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Reacciones de Pávlov aplicadas a los humanos

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Probablemente sepan de los perros de Pávlov, esa frase que a menudo resume la investigación del Dr. Iván Pávlov de principios del siglo XX en la que demostró que podemos alterar los estímulos que provoca un acto reflejo en los perros. Lo demostró haciendo sonar una campana en los instantes previos al momento de alimentar a sus perros. Luego de sonar la campana una y otra vez seguido de un sabroso alimento, a los perros se les hizo agua la boca con solo oír el sonido de la campana. Salivaban incluso cuando no había alimentos.

Este fenómeno no se restringe a los perros. Pensemos en el efecto placebo, en el que una píldora sin sustancias activas provoca una respuesta similar a una píldora que tiene una sustancia. Lo que cambia aquí es nuestra reacción ante la dolencia, puede que percibamos menos dolor, aunque la dolencia en sí no cambie. O piensen en el amor que los humanos sentimos por nuestros padres. Alguien puede decir que este amor es instintivo y en parte puede que tenga razón. Pero, ese argumento no explica por qué los niños que más tarde son adoptados sienten el mismo amor por sus padres adoptivos. Sin embargo, el argumento conductista puede explicar ambas muestras de amor. Un padre, biológico o no, se asocia constantemente a cosas como alimento, sonrisas, juguetes, afecto, juegos, protección y entretenimiento. Y una asociación constante de los padres con estos aspectos maravillosos o cruciales de la infancia tiene un efecto similar, aunque más complicado, que el alimento en  los perros de Pávlov. En otras palabras, si nuestros padres garantizan cosas muy buenas o muy importantes, entonces ellos mismos se tornan algo muy bueno e importante en sí mismos.

Y también hay lecciones románticas que aprender de las observaciones de Pávlov. Todos necesitamos alimentos para sobrevivir, ¿no? Y alguien que pueda proveer manjares que nos hagan agua la boca puede convertirse en el equivalente humano de la campana. En otras palabras, si uno puede cocinar uno o más platos deliciosos para un potencial amor, hay buenas posibilidades de ser visto de manera más favorable en el futuro, aún si no preparásemos ese alimento delicioso. Y, ¿quién no quiere que el amor de su vida se babee con eso?

Pero la vida no es solo salivación y tañido de campanas. También hay un lado oscuro en este tipo de aprendizaje llamado "aversión al sabor". La aversión al sabor ocurre cuando ingerimos alimentos que con el tiempo nos enferman, y, en respuesta, evitamos esos alimentos, a veces por el resto de la vida. La aversión al sabor es tan potente que sus efectos pueden verse incluso si la enfermedad se manifiesta horas más tarde e incluso si el alimento en sí no nos enferma. Por ejemplo cuando tenemos gripe y, por accidente, ingerimos alimentos momentos antes de vomitar. En este caso, sabemos que el alimento no provocó el vómito, pero nuestro cuerpo no lo sabe. Y la próxima vez que  encontremos ese alimento, es probable que nos  neguemos a comerlo. Imaginen las consecuencias potenciales de una falta de cocción  en una primera cita. Si el alimento enferma a tu pretendiente es posible que asocie ese sentimiento desagradable no solo con la comida, sino con tu comida en particular. Si el episodio es  bastante traumático, o si vuelve a ocurrir en una cita siguiente, la potencial pareja podría relacionarte con las consecuencias al igual que los perros de Pávlov relacionaban la campana con el alimento.

En otras palabras, cuando acudas a tu próxima cita ¡podrías provocar náuseas! Dice el viejo refrán, que la forma más rápida de llegar al corazón es por el estómago... suponiendo que no haya intoxicaciones en el proceso.

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Donna Caprio Quinlan 3 years ago from Newburyport, MA
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